Una
dirección IP es un número, único e irrepetible dentro de una misma red, que
identifica a un dispositivo conectado a una red informática. De este modo cada fragmento de
información que circula por la red está identificado por el dispositivo que lo
envía y al que va dirigido, de modo que la información llegue al dispositivo al
que se le envía. Es algo así como el número de teléfono de un ordenador o
dispositivo de red.
Como
las direcciones IP son un número y los números en informática se representan
por una colección (serie) de bits. Se fijó en 32 bits el tamaño de las
direcciones IP, esto es lo que se conoce como IPv4. Con 32 bits se puede
representar hasta el número 4.294.967.296, lo que en principio marca el límite
de dispositivos de red que se pueden conectar a una misma red. Sin embargo un
grupo bastante elevado de esas direcciones posibles se encuentra destinado a
redes de área local, lo que reduce el número de direcciones disponibles para
Internet.
Aunque
el número de direcciones posibles es grande, se ha quedado corto, en parte por
el enorme auge de Internet, porque cada día hay más dispositivos conectados (como los smartphones, tabletas, impresoras, etc. que se están
incorporando a la red últimamente) y en parte porque se han desperdiciado
muchas direcciones.
Las
direcciones se asignan en bloques y, al principio, como no se pensó que se
fueran a gastar tantas se iban asignando en bloques de direcciones muy grandes
(con muchas direcciones, 16 millones) conocidas como clase A. Algunas empresas
o instituciones tenían reservadas más direcciones IP que toda África. Estas direcciones,
entregadas en los años 80, no han llegado a ser usadas en su totalidad, pero
las sobrantes tampoco han sido devueltas.
Por
otro lado resulta que las direcciones IP se dividen en subredes más pequeñas.
Al dividir, la primera y la última dirección no son utilizables y el resultado
de la división ha de ser potencia de 2, por lo que, al final, quedan
direcciones IP libres que se desperdician.
Todo
esto era algo que no se imaginó que sucedería cuando se diseñó el sistema, allá
por la década de los 70.
Ahora
ya se ha agotado el número de direcciones que se pueden usar y por ello existe
un nuevo sistema de direcciones IP conocido como IPv6.
Con el
sistema IPv6 se utilizan 128 bits para representar las direcciones IP, lo que
supone una cantidad tan enorme de direcciones como esta: 340.282.366.920.938.463.463.374.607.431.768.211.456,
que dicen que es algo así como más de 67 mil millones de direcciones por
milímetro cuadrado de la Tierra.
Además IPv6 ofrece mayor seguridad y protección
ante ataques del tipo “fuerza bruta” y facilita la gestión, la
autoconfiguración y la calidad de servicio.
El cambio de IPv4 a IPv6 va a ser progresivo
y durante un tiempo convivirán ambos sistemas. Ya se han hecho varias pruebas y
los resultados han sido buenos, aunque los organismos y empresas aún tienen que
hacer inversiones para su implementación total.
Los usuarios finales (los que manejan los
ordenadores, smartphones, etc.) serán los últimos en migrar y su cambio será
prácticamente transparente (vamos, que no tendrán que hacer nada o casi nada). Los distintos
sistemas operativos ya soportan desde hace unos años las direcciones IPv6 y
todos los dispositivos de última generación también van saliendo preparados. La
mayor parte del trabajo de migración cae del lado de las empresas y organismos
proveedores de servicios (telecomunicaciones, alojamiento, etc.) y fabricantes
de dispositivos y sistemas operativos.
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