La obsolescencia es la caída en desuso de máquinas, equipos y tecnologías, aunque funcionen perfectamente, que se produce por un insuficiente desempeño de sus funciones en comparación con las nuevas máquinas, equipos y tecnologías introducidos en el mercado.
La obsolescencia puede deberse a diferentes causas, aunque todas ellas con un trasfondo puramente económico.
Cuando esta obsolescencia se produce como resultado de la estrategia de los fabricantes lo hace en tres formas posibles: obsolescencia programada, obsolescencia percibida y obsolescencia especulativa.
La obsolescencia programada:
Consiste en diseñar los productos de forma que dejen de ser útiles en un periodo de tiempo determinado por el fabricante para que tengan que ser desechados y sustituidos por otros nuevos. Ni tan siquiera puede optarse por la reparación porque o bien no se venden recambios, o bien se venden a precios tan altos que hace más rentable adquirir un producto nuevo, o bien el producto no puede ni intentar repararse pues está montado de tal forma que al desmontarlo se rompe inevitablemente.
El concepto de la obsolescencia programada se gesta en los años 50 del siglo XX con objeto de incrementar el consumo y por tanto las ventas.
Los productos se diseñan de forma que el plazo en el que sean útiles sea suficiente como para que el consumidor no pierda confianza en la marca.
La mayoría se habrá encontrado alguna vez, o habrá oído hablar, con impresoras que dejan de imprimir por las buenas en un momento determinado sin que les pase nada (en algunos casos basta agenciarse un programa para desbloquearlas y seguir trabajando con total normalidad), dispositivos a los que no se da soporte para nuevos sistemas operativos de forma que ya no puedan seguir usándose, programas que dejan de mantenerse para obligar al usuario a comprar la nueva versión, aparatos electrónicos alimentados por baterías recargables que al cabo de un cierto número de recargas dejan de cargar energía y no permiten la sustitución de la batería por otra, objetos de usar y tirar, etc., etc.
La obsolescencia percibida:
Para aquellos productos que no se puede hacer que dejen de ser útiles lo suficientemente rápido sin que la imagen del fabricante se vea perjudicada, se recurre a la obsolescencia percibida que consiste en cambiar el aspecto de los productos de forma que si alguien usa uno de diseño anterior todo el mundo se dé cuenta. Un buen ejemplo de esto está en la moda que ya no se limita a la ropa, sino que se va extendiendo cada vez a más facetas de nuestras vidas.
Muchas veces se trata del mismo producto con pequeños cambios estéticos, lo bastante grandes como para que se note la diferencia, pero lo bastante pequeños como para que al fabricante le resulte barato el cambio. Las funcionalidades en muchos casos son las mismas, incluso a veces no corrigen ni los errores o defectos del producto al que sustituyen.
Se trata de manipular al consumidor para que se sienta mal por no ir a la última en todo y si no se siente mal por sí mismo que se lo hagan sentir los demás.
La obsolescencia especulativa:
Este tipo de obsolescencia se da cuando los fabricantes producen productos a los que merman de capacidades para luego ir sacando nuevas versiones con las capacidades ampliadas.
Se trata de vender productos incompletos o de menores prestaciones a bajo precio para posicionarse en el mercado, y ofrecer después el producto completo o mejorado que bien pudo haberse vendido desde un principio. Encima al consumidor le queda la imagen de que el fabricante es una empresa innovadora y dinámica.
En muchos casos de productos electrónicos se desarrolla el producto completo, luego a los programas que lo hacen funcionar les anulan opciones y capacidades, algo por cierto muy sencillo y barato de hacer, y ponen a la venta la versión reducida. Luego a intervalos decididos por el fabricante según su conveniencia, van restaurando funciones y poniendo a la venta de nuevo el producto, generalmente a un precio superior al de la versión recortada. A veces cambian algún detallito de la carcasa para que parezca que es otro producto diferente, y listo.
Consecuencias de la obsolescencia:
El consumismo voraz provocado por la obsolescencia tiene un efecto catastrófico sobre el medio ambiente, los recursos naturales y las personas, tanto las que consumen como las que trabajan en las distintas fases de la producción, desde la extracción de las materias primas hasta el punto de venta.
Los tratados internacionales, como la convención de Basilea de Naciones Unidas, prohíben la exportación de residuos peligrosos a países en desarrollo, sin embargo cada día llegan a estos países toneladas de estos residuos. Por ejemplo Ghana y Costa de Marfil se han convertido en el basurero de productos electrónicos de Europa. Al puerto de Tema, el más importante de Ghana, llegan cada mes alrededor de 600 contenedores repletos de equipos electrónicos obsoletos procedentes de todas partes del mundo. Televisores, ordenadores, neveras…
Según DanWatch y Greepeace, sólo la cuarta parte de estos residuos están en condiciones de reutilizarse, el resto acaban en el mayor vertedero de Ghana, Agbogbloshie. Aquí estos residuos se convierten en un enorme problema ambiental debido a sus componentes tóxicos.
Como tratar estos componentes peligrosos en los países desarrollados es caro, simplemente se envían a países en vías de desarrollo, camuflados bajo el supuesto de artículos de segunda mano. En Agbogbloshie estos productos peligrosos no son tratados adecuadamente, se amontonan en montañas de varios metros de altura al aire libre, desde donde van contaminando la tierra, las aguas y el aire. También se queman al aire libre para separar los metales de los plásticos fundiendo estos últimos.
En estos vertederos tóxicos e ilegales se pueden encontrar productos de todos los fabricantes, incluyendo a aquellos que venden al consumidor una imagen de “verdes”, preocupados por el medio ambiente y la ecología. De hecho, tan preocupados están que producen productos diseñados para dejar de funcionar en un periodo determinado por ellos, con objeto de vender más, con el consiguiente gasto de recursos naturales limitados, contaminación, etc. Y cuando sus productos llegan a la caducidad impuesta por ellos permiten que se abandonen dañando aún más la naturaleza.
Muchos materiales podrían ser reciclados, pero al ser tirados sin más no solo es que contaminan sino que, además, obligan a la extracción de más materias primas para la fabricación de nuevos productos. Las materias primas son limitadas, en nuestro planeta hay lo que hay y cuando se acabe ya no habrá más, así de sencillo.
En la producción y distribución también se castiga al medio ambiente con contaminación y consumo de recursos. Las formas de producción más respetuosas con el medio ambiente a menudo no son utilizadas porque reducirían el margen de beneficios del fabricante, que prefiere trasladar las fábricas a países en vías de desarrollo, que debido a su necesidad tienen normativas menos exigentes con el medio ambiente y suelen disponer también de mano de obra abundante y barata, pues más vale comer mal o poco que no comer nada.
En los países desarrollados la gente es inducida a consumir y acumular bienes. La publicidad bombardea continuamente a las personas con mensajes que le dicen lo poca cosa que son y lo infelices que son, pero prometiendo que el remedio es adquirir tal producto o servicio, que una vez adquirido es rápidamente sustituido por otro y se vuelve a iniciar la cadena.
Según diversos estudios, a mediados del siglo XX las personas de los países desarrollados eran más felices que en la actualidad. A medida que se ha ido extendiendo el consumismo le ha ido acompañando la infelicidad y un estado de perpetua ansiedad.
Conclusión:
La naturaleza nos muestra el camino correcto para el desarrollo, nuestro planeta tiene una enorme riqueza de fauna, flora y minerales. La transformación es continua, nada se desperdicia. Cuando un organismo muere sus restos se descomponen y sirven para la generación de nuevos organismos.
El consumismo, pues, no es una evolución lógica de la naturaleza, es algo artificial desarrollado por personas y por ello otras personas pueden reconducirlo, mediante un consumo consciente y responsable, hacia un uso racional, respetuoso con todo y con todos, y que realmente sirva para hacer más felices a las personas, a todas.
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